Lluvia
intermitente. Cielo atlántico. Jornada de aires celtas. Violencia gratuita y
abusiva después de anunciar días antes que no pegarían a nadie. Gran cinismo.
Menosprecio monumental. Burla y venganza. Antidisturbios provocando disturbios
cual bombero provocando un fuego. Puesta en escena golpeadora. Odio y catarsis.
La naranja mecánica sin Beethoven. El honor
es mi divisa. Servir y proteger.
Levantarse
con la ilusión de un niño el día de Reyes (aunque se prefiera República) y meterse
en la cama con ira. Pero el uso de la fuerza de ese domingo, sin nada más, no
hace ganar. Son como el malo de una película mala, aquel que hace daño y ya
está. Gusta más el cine de malos con profundidad de personaje. Mientras no
llega, nosotros vamos avanzando con la fuerza de la estrategia y el engaño.
Hemos visto a Jerry pensándoselas de todo tipo para hacer frente a Tom: las
impresoras en medio de las calles imprimiendo los carteles de campaña que se
habían requisado, esconder las urnas en Francia antes del 1-O, el cambio de
coche del presidente en un túnel para despistar al helicóptero de la policía y
así poder ir a votar, los árboles cortados sobre una carretera para forzar a la
policía a perderse por montañas desconocidas o la misa mientras se cuentan
votos para protegerse de la presencia policial.
Los
expertos en derechos humanos analizan las imágenes: sería suficiente con que
fuesen humanos. Todo el mundo sabe lo que es una señora de mediana edad
propulsada contra un suelo de piedras. Una mujer arrastrada por la boca. Otra
por los pelos. Una con la cara ensangrentada. Una a quien retuercen los dedos
con sadismo. Todo el mundo sabe lo que es un policía saltando unas escaleras
para propinar una patada a alguien que ya está en el suelo. O uno que pega a
alguien que acompaña a un herido. U otro que empuja a la gente sobre un hombre
a quien reaniman de un infarto en el suelo. Golpes de porra casi mecánicos,
sistemáticos, potentes. Ha habido una especial impiedad con la gente mayor y
las mujeres. Buscaban una reacción de ira.
Todo responde a
una pensada provocación para justificar el único plan que tienen: el choque
violento. Harán lo que sea por no perder Cataluña. No pueden perder Cataluña.
Ya la han perdido. Solo quedan, más tarde o más temprano, los trámites
administrativos. Es posible que una Cataluña libre celebre el 1 de octubre en
su calendario de fiestas anuales: fue el día, dirán a los que ahora son niños y
que nada entienden de lo que sucedió ese domingo, que los catalanes, pueblo
digno, perdieron un miedo que parecían llevar en sus genes pero que, como
tantas otras cosas que se dicen de ellos, no era verdad.
Dicen
que fue una votación ilegal. ¿Por qué tratar de evitarla con tal contundencia
si los resultados no valen para su legalidad? ¿Les da miedo que valgan en la
nuestra? ¿Pretenden que nos marchemos limpiamente? Nos iremos como podamos. Dicen
que fueron unas votaciones anormales. No discrepo. Lo más anormal: que el día de
reflexión (o conmoción) fuese el día después y no el día antes. No habrá
diálogo: el diálogo siempre viene tras una guerra entre iguales, no después de
las masacres. Ahora han herido. Matarán.
Serbia
tuvo que venderse su flota cuando perdió Montenegro, pues era su última salida
natural al mar. El Estado español, cuando pierda del todo a Cataluña, tendrá que
venderse el anticatalanismo pues ya no le servirá de nada.
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